Por un puñado de Kilos
Un silbido a lo Morricone quiebra el alba avisando que había llegado la hora. Como cada año por estas fechas tengo que enfrentarme con ella en un duelo mortal. Se que no hay vuelta atrás, la suerte está echada. Contemplo mi imagen en el espejo será la última vez que me vea así después; ¡ya no seré la misma! Compruebo cada detalle de mi armamento y recojo mi pelo. Estoy lista. Me encamino hacia el campo de honor elegido. No se ve un alma, (claro que a estas horas, ¡ni el perro!). Mis pasos musicados por el repiqueteo de las espuelas contra el suelo acompañan mi trayecto y lentamente me acerco. A las puertas me detengo, ahí está, mi adversaria, me espera. La miro y dudo... ...me entran unas ganas de correr hacia la cama que ni te cuento pero me mantengo firme, agarrada a la pared claro, pero firme. Entonces me mira, ¡ay, estoy perdida! Largamente, nos medimos las miradas. La de ella fría cómodo el acero, la mía... ...¡asustaita perdida!. Un escalofrío r