¡Hogar, dulce hogar!
Que placer da el volver a casa; es un autentico gustazo bajarte del coche después de conducir 300 km de los 556 que formaron la última etapa de un maravilloso viaje y abrir la puerta del jardín. Tus ojos se iluminan con rayos y centellas al contemplar como todos los árboles y plantas se han puesto de acuerdo para alfombrarte el suelo de la entrada con hojas, ramas, frutos y todo aquellos despojos muertos que han encontrado, en señal de bienvenida, claro, ¡son tan majos! Inspiras profundamente mientras sonríes, no pasa nada, la naturaleza te ha cargado las pilas y te ha dado tanto estos días que no te importa contemplar como tu césped ha ido a la peluquería y se hecho un cambio de look con unas buenas mechas rubias dignas de una crisis de mediana edad. Al abrir la puerta principal una bofetada de aroma hogareño te hace sentirte... ¡Asqueada!, ¡leñe ¿a que ⚡⚡⚡ huele?!, sigues la brújula de tu olfato que te lleva directamente a la cocina y compruebas que con las prisas de sa